Por más de 35 años, Jan Fabre ha ocupado un lugar muy importante dentro del mundo de las artes visuales, el teatro y como autor. Su innovador y variado cuerpo de trabajo le ha ganado reconomiento internacional.
A finales de los años 70, estudió en la Academia de Bellas Artes y en el Instituto Municipal de Artes de Antwerp.
Se le reconoce mundialmente gracias a obras como Château Tivoli (1990) en la cual decoró el techo de la habitación de los espejos del Palacio de Bruselas con alas de escarabajo y cuyo título fue Heaven of Delights.


Otras de sus obras más famosas son The Man Who Meassures The Clouds (1998), Searching For Utopia (2003) y Totem (2004).
Ya sea a través de esculturas, objetos, instalaciones, películas o performances, todas las obras de Fabre se relacionan con la fe en el cuerpo, su fragilidad y sus métodos de defensa. El artista observa a los seres humanos y comienza a reflexionar en cómo es que van a sobrevivir en el futuro. Su fascinación por el cuerpo físico y la ciencia data de su juventud, cuando, influenciado por el etnólogo Jean-Henri Fabre y sus investigaciones, comenzó a examinar más de cerca a los insectos y a diseccionarlos para convertirlos en nuevas criaturas.
El concepto de la metamorfósis es clave para comprender la obra del artista, en donde el ser humano y el animal interactúan constantemente. Esto ha inspirado a Fabre a mostrar el cuerpo sensorial y espiritual y ha crear distintas ideas de cuerpo en transmutación que se resiste al ciclo de la vida y la muerte.




El trabajo de Fabre es una resistencia poética llevada a cabo en nombre de la belleza. Un ejercicio ante la muerte y la celebración de la vida como antesala a la muerte. A lo largo de los años, el artista ha ido creando obra cada vez más personal, instaurando sus propias reglas y leyes, así como características, símbolos y motivos.





